Aquí, donde los olivos hunden sus raíces en la tierra y el aire lleva consigo los aromas de la historia, las mujeres de mi familia, como en otras, cultivaron la vida entre ramas y cenizas, con la paciencia con que se espera la maduración del fruto. Conocedoras de la sabiduría inagotable que guarda la tierra y sanadoras de la mejor manera que supieron; con sus manos cuidaron, con su luz guiaron y con su presencia arroparon. Pero la memoria necesita de palabra... y ha sido mi padre el perfecto narrador e hilo conductor de esas historias que han hundido en mí, al igual que las raíces, la semilla de Delirio y otras plantas. Mi padre me inspira a rescatar recuerdos con los aromas y a convertir lo efímero en eterno.
A través de mi artesanía miro hacia atrás para conectar con la esencia de quienes fuimos y hacia adelante con la ilusión de crear un futuro más consciente y emocional, en un presente donde cultivo y promuevo el bienestar, al igual que ellas hicieron.
Ese es mi legado; tierra, fuego y memoria.